Accueil 9 profundizar en 9 Mensaje de la Presidenta del Comité Internacional 17 de Octubre

Aye Aye Win

El próximo 17 de octubre conmemoraremos el 35º aniversario del Día Mundial para la Erradicación de la Extrema Pobreza y el 30º aniversario del Día Internacional de las Naciones Unidas para la Erradicación de la Pobreza. En estas tres décadas, hemos logrado importantes avances, nos hemos encontrado con muchos obstáculos y hemos aprendido valiosas lecciones que nos ayudarán a avanzar en los próximos años.

Podemos mirar atrás, a las últimas tres décadas, con cierto orgullo. Hemos roto el silencio de la pobreza y las personas que soportan las condiciones de vida más difíciles están empezando a ser vistas y escuchadas. Hay un mayor reconocimiento del texto central de la Placa Conmemorativa del 17 de Octubre que dice

» allí donde hay personas condenadas a vivir en la miseria, los Derechos Humanos son violados Unirse para hacerlos respetar es un deber sagrado»..

Anteriormente, los Derechos Humanos se consideraban sólo como derechos «civiles y políticos», pero en los últimos 30 años hemos conseguido avances significativos en el reconocimiento de los derechos económicos, sociales y culturales (derechos como la vivienda, la atención sanitaria, la educación, el empleo, el derecho a una alimentación adecuada y a la protección social), y más recientemente el derecho a un medio ambiente sano, como derechos fundamentales. Lo hemos conseguido alzando la voz y creando conciencia colectiva. Esto es un progreso ENORME. Otro avance significativo es el puente que se ha logrado tender entre desarrollo y Derechos Humanos. Antes eran dos universos diferentes, pero ahora se reconoce cada vez más que el desarrollo humano y los Derechos Humanos son dos caras de la misma moneda. Lo vemos en la manera explicita en la que están enraizados los Objetivos de Desarrollo Sostenible en los Derechos Humanos. Dar prioridad a la «erradicación de la pobreza» como objetivo global número uno también ha sido un gran logro y, actualmente, con todos los recursos naturales, la riqueza económica y los conocimientos tecnológicos, podemos acabar con la pobreza en todas sus formas, en todas partes.

En los últimos 30 años, nos hemos encontrado con muchos obstáculos. Un cúmulo de crisis – conflictos, el COVID, la inflación de precios, la emergencia climática – está poniendo en peligro los avances que hemos logrado en las últimas décadas. También sabemos que siempre que hay una crisis, las personas más pobres son las más afectadas. La emergencia climática constituye una nueva violencia contra las personas que viven en situación de pobreza y, de nuevo, las comunidades más pobres son las que soportan las peores consecuencias del cambio climático y del aumento de los precios. La desigualdad va en aumento y cada año la brecha entre ricos y pobres se hace más grande. Mientras millones de personas luchan cada día por sobrevivir, el año pasado se registró el mayor aumento de la riqueza de los multimillonarios y el incremento del poder empresarial, y a la vez la erosión de los empleos y los derechos de los trabajadores. Esto no tiene ningún sentido.

La extrema pobreza no es un fracaso personal, sino un fracaso colectivo de leyes, políticas y acciones injustas que niegan la dignidad de las personas y permiten que la extrema pobreza persista. De cara al futuro, tenemos que transformar las relaciones de poder desiguales y los sistemas injustos. Tenemos que entender la pobreza en toda su complejidad e ir más allá de las medidas puramente monetarias y de carencias, para incluir las dimensiones ocultas de la pobreza, las dimensiones relacionales: el estigma, la vergüenza, el maltrato institucional que provocan el sufrimiento en el cuerpo y en la mente de las personas más pobres de nuestra sociedad. Para que las estrategias de erradicación de la pobreza sean efectivas, necesitamos fusionar el conocimiento existencial, experiencial y académico de las personas que viven o han vivido una experiencia de pobreza, los profesionales que trabajan con ellas y los académicos. Hemos visto el fracaso de los sistemas de protección social a la hora de llegar a las personas que más lo necesitan.

Para avanzar, tenemos que ir más allá de la escucha de aquellos que viven en condiciones de pobreza, y garantizar que se conviertan en auténticos socios del desarrollo, que se valoren sus contribuciones, que tengan un lugar adecuado en los equipos de investigación y en la toma de decisiones. Deben participar en el diseño, el seguimiento y la evaluación de las políticas que afectan directamente a sus vidas. Sólo entonces tendremos estrategias de erradicación de la pobreza que beneficien a los que se han quedado atrás.

Nuestra experiencia del 17 de octubre ha sido la de hacer posible lo imposible. De cara al futuro, debemos llevar el significado y el espíritu del 17 de octubre con nosotros todos los días del año. Tenemos que ampliar los espacios políticos, sociales y económicos para que los más pobres de nuestras sociedades puedan acceder a ellos, así como los espacios intelectuales y culturales. En las próximas décadas, hablemos -no de exclusión sino de inclusión y no de abandono sino de cuidados- no de pobreza sino de RIQUEZA. Que las próximas décadas sirvan para demostrar la riqueza de la solidaridad, para celebrar la riqueza de la sabiduría y el talento. Que nos comprometamos con la justicia social, la paz y el planeta, y que unamos nuestras manos y trabajemos juntos para conseguir comunidades más ricas, más sanas y más felices. Para lograr construir un mundo en el que la dignidad puesta en práctica sea una realidad para todos.