Artículo escrito por la hermana Thérèse Ricard, corresponsal del Foro por un mundo sin miseria en el Líbano, tras haber leído el informe de la investigación sobre Las dimensiones ocultas de la pobreza. Este artículo aparece en una publicación que recopila diversas reacciones a la lectura del informe, que se puede encontrar aquí.

Artículo disponible en lengua árabe

la lectura del informe de la investigación sobre Las dimensiones ocultas de la pobreza, me ha hecho pensar y escribir sobre mi relación con Josianne.

Josianne vino sola a Beituna. Alguien le había dicho que allí encontraría a personas cercanas. Cuando pienso en ello, veo que era un paso muy nuevo para ella. Ya no recuerdo los detalles de lo que hablamos. Pero sí sé que a partir de ese momento fui a menudo a visitar a Josianne. En la habitación insalubre donde vivía pude ver la inmensa soledad de esta mujer que no veía a nadie, que se «acicalaba» el viernes por la noche comenzando el fin de semana tratando de ganar algo de dinero “haciendo auto-stop”. Bebía mucho café, fumaba. En las paredes de su habitación, las fotos de anuncios de leche Nestlé mostraban bebés de hermosas mejillas regordetas, que me llamaron la atención.

Una reflexión que tuvo un gran impacto para mí.

Mila, que viene también del mundo de la prostitución y que es la vecina contigua de Beituna, no tardó en decirme: “de todas las personas que vienen a Beituna, ella es la más pobre”. Supe, en ese instante, que yo estaría siempre disponible para ella. Una amiga de Beituna me pidió un tiempo más tarde
poder estar cerca de alguna familia o alguna persona. Le propuse que se acercara a Josianne para ser su amiga, porque vivía una profunda soledad. Pero vino después de un tiempo, decepcionada, diciéndome: “le he dicho a Josianne que debía ver a un médico, pero no quiere. Le busco un sustento más honesto, pero no quiere. No logro hacer nada”. Sin embargo, mi propuesta había sido “ser su amiga”, pero eso era tal vez poco habitual y más difícil para ella que pensar en su lugar. Por mi parte, a mí me parecía normal que hubiera entre Josianne y yo momentos para “familiarizarnos”, momentos de simple encuentro, sin intentar entrar en lo que ella no quiere dar a conocer. Tenía muchas ganas de mantener la relación, de crear una verdadera confianza.

Yo no tenía las respuestas, me quedaba «al margen», quería estar al servicio de lo que ella ya tiene como recursos. Escucharla. A través de este vínculo, activar lo que ella lleva dentro. ¿Debería haber hecho más? No me sentía llamada a hacerlo, ¿puede ser que le haya fallado por no implicarme más?

Pero esta amistad con Josianne era para mí como una escuela de vida.
Descentrarme de mí misma para estar al servicio de su vida.
Algo que ha marcado desde entonces mi relación con otras personas.

Mi deseo era que Josianne no estuviese sola, que viera que tenía una “aliada”. Yo sé que en la acción social hay objetivos precisos de integración a la sociedad que ejercen sus propias presiones. Pero para mí, mi objetivo, era la relación. A menudo yo escribía sus palabras (no tiene mucha facilidad de palabra): “No puedo más, voy a explotar… Voy a morir…” ¡Cuántas veces he escuchado estas palabras! Josianne vivía al límite de lo soportable, es una experiencia de muerte y desesperación. Es una llamada a la relación.

Yo sentía que el rechazo de Josianne a participar con las personas que buscaban influir en su estilo de vida era una resistencia: su experiencia le había hecho ver que cuando no respondes a los criterios sociales, a las costumbres, a las maneras de hacer… llamas la atención y el resultado de eso es la marginación, la estigmatización, la exclusión… porque se juzga el comportamiento como demasiado desviado.

Un momento clave: Josianne está embarazada.

La oí hablar de sus intentos de abortar. Y al mismo tiempo, percibía que deseaba tener a este bebé. Pero tenía miedo de que se lo quitaran.

La historia de Josianne como madre es trágica: Ya había tenido hijos que le fueron retirados al nacer. “Han nacido muertos”, le dijeron. Pero ella no se lo cree. La presionaron mucho para hacerla abortar, juzgándola incapaz de criar a un hijo.

Tuvo mucha lucidez: “No iré a dar a luz adonde me ha enviado las otras veces la asociación (para madres solteras), ¡preferiría dar a luz en la acera!”

Por decidir traer a su hijo al mundo, tuvo que enfrentarse a los trabajadores sociales, enfrentarse a la sociedad. Es un combate, una acción. Yo la admiro: su coraje, su decisión, su compromiso por su
hijo. Josianne no soporta que otros decidan por ella, quiere emanciparse de esta amenaza, decidir por ella misma. En este combate por el hijo que iba a nacer, yo me comprometí personalmente por su libertad, su decisión. Recibí fuertes críticas de la asociación. No logré comprender su manera de actuar y por lo tanto no pudimos colaborar.

Gracias a algunos amigos, pudimos hacer lo indispensable: una nueva vivienda, menos insalubre, seguimiento sanitario del embarazo, costos del parto, presencia en los primeros cuidados del bebé, guardería
para recibirlo, trabajo para Josianne. Y sobre todo, la amistad.

Contrariamente a la mayoría de los libaneses que ignoran lo que vive la gente desprovista de documentos de identidad, Josianne conoce bien este problema en su barrio. Ella no quiere que su hijo se quede sin identidad, es decir, sin ningún derecho. Además, en el Líbano, sólo el padre transmite la nacionalidad libanesa. ¡Tuvimos que inventar las respuestas que Josianne podría dar para convencer de que el «padre desconocido» de su hijo era libanés!

Josianne mantiene el contacto entre nosotras, pero rechaza totalmente la intromisión de la asociación que, desde mi punto de vista, le falta totalmente el respeto, señalándola en sus informes escritos como «incapaz, cerrada, promiscua…»

Cuando su hijo llegó a la edad escolar (4 años) la asociación lo inscribió en un orfanato y, al mismo tiempo, Josianne fue llevada a prisión
con el pretexto de que habría robado un teléfono. El mundo se le cayó encima a pedazos: el niño, privado de todo contacto con su mamá, entró en depresión. Josianne perdió su trabajo y su vivienda por no pagar el alquiler. Salió de prisión al cabo de algunos meses, sin juicio, en pleno invierno, encontrándose en la calle.

La asociación la empleó como personal de limpieza, Josianne empezó a depender de la asociación por un pequeño salario y también para tomar todo tipo de decisiones. Tiene miedo. Siente que la quieren privar de su relación con su hijo, que la vigilan, juzgando su vida privada, su manera de mantener su casa, etc., y que pueden echarla de su trabajo si se resiste. Un día, harta, les negó el acceso a su casa. He tenido que lidiar con los reproches y descontentos de la asociación en varias ocasiones.

Me decían constantemente algo que me choca: «para nosotros, lo que cuenta, es el niño»
y yo respondía: «para mí, lo que cuenta, son las dos personas, la mamá y el hijo y también el vínculo entre los dos».
No puedo admitir que Josianne sea olvidada, considerada insignificante.

En el centro de todo, el desempoderamiento

El desempoderamiento: no tener capacidad de acción provoca mucho sufrimiento, pero también resistencia y combate, a pesar del estrés y la desesperación.

Las dinámicas relacionales: la pérdida de confianza en otras personas, la soledad. Los servicios sociales que responden ignorando
a las personas, humillándolas, no creyendo en ellas, destruyendo el vínculo materno. Los prejuicios, la dominación, el control,
la negación de sus derechos.

Las privaciones: durante años tuvo que sobrevivir con un poco de prostitución, víctima de la explotación y de la humillación,
arriesgando su salud. También ha hecho el esfuerzo de levantarse muy temprano por la mañana para ir a recolectar en las calles botellas vacías de cerveza o de otras bebidas para
venderlas al peso. Porque nunca tuvo alimento, ropa o facilidades en su casa, así que intentaba tener lo suficiente para poder darle pequeñas cosas a su hijo. Ella, que nunca fue a la escuela, se sintió muy orgullosa de mandar a su hijo a estudiar. Conoció la vida dura de la calle, la incomodidad, el cansancio y, sobre todo, la violencia. Los vecinos del edificio la llamaban «loca» y ella perdía los nervios con ellos… porque no tenía otra manera de defenderse.

Las contribuciones no reconocidas: Josianne sabe mejor que la mayoría de los libaneses cuántos niños se quedan sin identidad por culpa de la ley libanesa.
Ella ha luchado por esquivar esta ley y a veces aconseja a otros cómo hacer frente a esta situación.

Nuestra relación es importante para Josianne

Cuando Josianne viene a buscarme a Beituna siempre es recibida amablemente. Pero las heridas profundas en su vida hacen que todavía no sea capaz de confiar en las relaciones humanas que se le ofrecen, ni de sentirse ella misma. Mantiene un contacto inconstante. Y Beituna aprende a tomar en cuenta las dificultades de relación de las personas más frágiles.